Desde mediados del siglo XIX y hasta mediados del XX, miles de gallegos optaron por embarcarse rumbo a América para buscar un futuro más próspero. Muchos de los que se embarcaron en la aventura «de hacer las Américas», en la busca de un futuro mejor, se establecieron definitivamente en tierras americanas y no volvieron a su tierra natal. Otros regresaron igual que se fueron, y tan sólo unos pocos lograron realizar su sueño y retornaron con riquezas.
Una vez de vuelta, la mayor preocupación del indiano (emigrante retornado de las Américas) era demostrar que había hecho fortuna y había tenido éxito en América. Una de las formas de demostrar su nueva posición social era construyendo una gran casa que reflejara su riqueza, las que hoy se conocen como casas de indianos.
Los indianos construyeron sus viviendas en las que aplicaron estilos diversos que representaban las nuevas tendencias arquitectónicas imperantes en América y Europa. Así, construyeron casas de nueva planta en un estilo colonial ecléctico vistoso, son casonas con sabor a Cuba, Argentina, Uruguay, Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana, Brasil, México, …que a menudo incorporaban palmeras como símbolo de su aventura. Las había urbanas o villas de campo, unas eran viviendas familiares y otras se dedicaban a negocios o fines sociales.
En Galicia, Ribadeo y A Guarda son dos de los ayuntamientos más representativos de este legado arquitectónico e histórico. (Los emigrantes de A Guarda emigraron mayoritariamente a Puerto Rico, República Dominicana y Brasil y sus casas muestran mucha cantería, azulejo y forja).
La que se ha dado en llamar arquitectura indiana se caracteriza, de entrada, porque apuesta por las viviendas cómodas, amplias, abiertas al exterior, que rompen con la vivienda “refugio” y que desde un punto de vista técnico, destacan porque en la construcción se emplearon materiales novedosos.
Con respecto a las tradicionales, las viviendas de los indianos descollaban por su altura y por su diseño, sobre todo porque la mayoría de ellas fueron engalanadas con adornos en las fachadas y jardines exuberantes más o menos extensos, en los que sus propietarios dejaron patente la riqueza de la flora tropical; prueba de ello es que la palmera es árbol común en muchas de esas fincas.